Karmapa en Europe Center: segundo y tercer día (fotos y reportaje)

La mayoría de entre nosotros tenemos la costumbre de comenzar algo nuevo, hacer algo diferente, crear y refrescar las cosas – estas son acciones cotidianas, así que estamos bastante acostumbrados.

Pero realmente observar un proceso en el que las cosas comienzan lentamente a disolverse, a degenerar, son palabras que pueden parecer deprimentes. Pero, de hecho, no hay nada verdaderamente deprimente respecto en esto, se trata simplemente del cambio, de la transformación.

Así es que, si hemos aprendido o comprendido alguna cosa de nuestra práctica, aquí es donde nuestro valor va a intervenir. El valor con el que somos capaces de afrontar estos aspectos degenerativos, estos aspectos cambiantes, estos aspectos de transformación.

Mientras haya esta impulsión o esta fuerza llamada compasión, entonces el valor llegará de manera automática. Después, utilizamos este valor para examinar todos los aspectos cambiantes – los cuatro aspectos de la vida: nacimiento, vejez, enfermedad y muerte. Utilizamos cuidadosamente nuestro valor para ver estas transformaciones, y esto crea la atmósfera, la ocasión de ganar aquello que llamamos el despertar.

La verdad es que no debemos de tener miedo cuando dejamos ir, cuando disolvemos todo hasta la última partícula. No hay por qué inquietarse, la verdad es que, si las condiciones correctas están reunidas todo volverá, la tierra pura, la manifestación pura de Chenresi, todos los planos o campos de Buda, aparecerán como antes.

No hay por tanto ni fin ni punto final. Pueda que parezca un poco abstracto, pero si lo digo de manera formal, esta experiencia que llamamos la vida, por importante o insignificante que sea, tarde o temprano, con certeza, llegará a una forma de fin, pero eso es todo y mientras las condiciones estén reunidas, se manifestará de nuevo, una y otra vez. Y esta repetición no puede calificarse de buena o mala, simplemente es.

Desde el punto de vista samsárico o conceptual, este mismo proceso es percibido como algo negativo y los que han comprendido el nirvana, los que están despiertos, miran lo mismo viéndolo como belleza. Esta es la diferencia. Se trata tan solo de una cuestión de perspectiva.

Al final de cada sesión de meditación, una vez que hemos disuelto todo y que permanecemos en este estado de lucidez, volvemos a visualizarnos como Chenresi. Así es que es como plantar un grano por el bien de todos los seres sensibles, de manera que, si hubiera de nuevo una actividad, estaríamos todavía ahí. No hay, por lo tanto, un verdadero fin, no un fin definitivo. Así es como parece que es.

Y meditamos aun una vez como Chenresi, durante un instante, durante un momento y después retomamos los rituales cotidianos, tan insignificantes como los consideremos. Volvemos a comer, andar, dormir, levantarnos y el mismo proceso se reproduce una y otra vez. Poco importa que sea mundano o no, en tanto que hayamos aprendido el valor llamado compasión, todo es puro.

Dicho esto, me gustaría que cada uno de vosotros nos dedique todo este mérito a los seres sensibles

Si buscamos en las cuatro esquinas del mundo, no encontraremos un maestro como él. Se trata de su mérito y por tanto lo apreciaremos de la mejor manera posible y como bien sabemos, el Buda siempre ha dicho que, para apreciar correctamente al maestro, no hay que consagrarse a la persona, sino a su práctica, a su esencia. Por lo tanto, esto es algo en lo que hay que concentrarse de verdad, y si lo hacéis, poco importa a donde os giréis, el maestro siempre estará ahí. Me gustaría recordaros esto a todos. Y como ya he dicho, estoy seguro de que nos veremos muy pronto.