El budismo es un modo de vida por el cual desarrollamos las calidades de nuestra mente.
Es un modo de vida muy particular, ya que es una manera de alcanzar la felicidad
sin dañar a otros.
17° GYALWA KARMAPA
El budismo es un modo de vida por el cual desarrollamos las calidades de nuestra mente.
Es un modo de vida muy particular, ya que es una manera de alcanzar la felicidad
sin dañar a otros.
17° GYALWA KARMAPA
30 de octubre del 2015 en karmapa.org
Voir el articulo original (en inglés), o la traducción en francés
Thaye Dorje, Su Santidad el XVII Gyalwa Karmapa, comparte una enseñanza sobre la compasión. La compasión, de la que Karmapa habla tan a menudo, se encuentra entre las enseñanzas fundamentales del budismo.
“La compasión está en nuestra naturaleza innata y es una cualidad de nuestra mente. Tiende a la verdadera felicidad propia de todos y, al mismo tiempo, a la disipación de la confusión en cada uno de nosotros con el fin de que adquiramos una comprensión correcta del mundo y de los seres que lo habitan. Debido a un flujo natural de compasión, damos a la vida un significado real.
Ya que esta cualidad de compasión es inherente en cada uno de nosotros, no necesitamos buscarla en otro lugar. Allí donde se encuentra la conciencia reside la semilla de compasión. Y ocurre lo mismo con la sabiduría: allí donde se encuentra la conciencia reside igualmente una semilla de sabiduría. La compasión es inseparable de la sabiduría.
La expresión natural y la cualidad de la compasión son muy importantes ya que sin ella no podríamos vivir plenamente. Sin compasión, seriamos capaces de experimentar tan solo una paz frágil y condicionada. Cuando de la compasión deriva una verdadera comprensión, podremos descubrir una paz y una felicidad incondicionales y en último lugar la liberación.
Para aproximarnos, el buda nos ha enseñado a cultivar mas compasión hacia nosotros mismos, los demás y hacia el mundo, reconociendo que la aspiración a la felicidad y lo que nos motiva a buscarla (y a no desear el mal estar) están profundamente arraigadas en cada uno de nosotros. Si utilizamos esta comprensión para conectarnos los unos a los otros, podremos entonces establecer las bases para desarrollar y cultivar aquello que es absolutamente esencial en nuestra vida: la compasión.
Sembrando las semillas de comprensión benévola en cada instante que pasa, vamos a superar las diferentes formas de confusión sin demasiados esfuerzos. Los obstáculos se evitaran con facilidad y progresaremos con total seguridad hacia adelante en el camino de la virtud utilizando de la mejor manera esta preciosa y frágil existencia humana. En presencia de dificultades, por ejemplo, el centrarnos en nuestros deseos más profundos nos ayudará a superar los desafíos mentales y físicos que se nos presenten.
Debemos recordar que cultivar la compasión puede realizarse sin que ello nos pida un gran trabajo. Podemos desarrollarla cuando estamos sentados, cuando caminamos e incluso cuando dormimos. De esta manera, incluso en este mundo físico limitado, podemos utilizar cada momento por cultivar la compasión.
Creo que nuestra familia – bien sea nuestra familia directa u otro tipo de familia – es el medio ideal para comenzar a cultivar la compasión. Sea cual sea nuestro contexto cultural o nuestra condición social, nuestra familia es el terreno más fértil en el que desarrollar nuestra semilla inherente de compasión para hacerla florecer. No puede hacerlo sin esta tierra fértil que es la familia. El propósito de un suelo fértil es permitir que las semillas maduren hasta que se vuelvan plantas sanas y bien desarrolladas. El desarrollo de nuestra compasión natural se relaciona por tanto, de manera íntima e interdependiente, al suelo fértil de nuestra familia.
Es cierto que los budas y los bodhisatvas alientan a los practicantes a renunciar a sus apegos y particularmente al apego a la familia, ya que el apego no es una cualidad inherente, pero sí una compasión equivocada. Para una mente desatenta, el apego puede parecer que busca lo mismo que la compasión. Es por ello que una mente atenta descubrirá que el apego tiene siempre una intención egoísta. La compasión busca cuidar de manera incondicional no solamente de uno mismo sino también de los demás.
A medida que los practicantes toman conciencia de esta verdad fundamental, la mente evalúa la situación dada y evita cuidadosamente cultivar cualquier forma de apego. Por ejemplo, evitamos situaciones externas como la familia por miedo a ahogarla ya que el apego ahoga tanto a los demás como a nosotros mismos. Es por ello que a medida que la mente se libera de los apegos, nosotros nos damos cuenta de que cada vez es menos necesario evitar estas condiciones y somos entonces capaces de ver que nuestra familia forma de hecho una tierra fértil e ideal para cultivar la compasión.
Podemos naturalmente intentar encontrar otras tierras – otras familias – pero la familia a la que estamos unidos es de lejos el terreno más fértil. Si es tan rica es porque vemos el aumento de la bondad natural de los unos hacia los otros. Cada miembro de la familia nos guiará y nos enseñará a su manera.
Por ello, aunque la semilla de la compasión es inherente a cada uno, necesitamos en primer lugar de una tierra fértil con el fin de cultivarla en nosotros y en el mundo que nos rodea y es – nuestra familia. Nos corresponde a cada uno de nosotros encontrar el valor para cultivar la compasión, libre de apegos, y tratar de cuidar de todos los seres de manera incondicional”.
Photo © Magda Jungowska
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