El budismo es un modo de vida por el cual desarrollamos las calidades de nuestra mente.
Es un modo de vida muy particular, ya que es una manera de alcanzar la felicidad
sin dañar a otros.
17° GYALWA KARMAPA
El budismo es un modo de vida por el cual desarrollamos las calidades de nuestra mente.
Es un modo de vida muy particular, ya que es una manera de alcanzar la felicidad
sin dañar a otros.
17° GYALWA KARMAPA
Ver el original en la web agi.it (inglés)
Entrevista exclusiva de Thaye Dorje, Su Santidad el XVII Gyalwa Karmapa por Francesco Palmieri
Roma, 23 de enero de 2017
En tiempos de crisis de inmigrantes, de conflictos económicos y religiosos, Europa tiene la oportunidad de generar un cambio de perspectiva benéfica con el fin de transformar cada desafío, cada obstáculo, en una oportunidad. Sin duda, “no podemos detener el cambio… La vida es cambio”, dice Thaye Dorje, Su Santidad el XVII Gyalwa Karmapa en una entrevista exclusiva a AGI.
Los Karmapas son los líderes espirituales del importante linaje Karma Kagyu del budismo tibetano. El 1er Karmapa fue Dusum Kyenpa, y nació en 1110, antes que el 1er Dalai Lama que nació en 1391. Thaye Dorje es la actual cabeza del linaje Karma Kagyu. Nació en Tíbet central, en 1983 y fue oficialmente reconocido y entronizado en marzo de 1994. Reside en Delhi, India, y tiene la responsabilidad espiritual de más de 900 monasterios y centros de meditación en todo el mundo. En el budismo tibetano, los Karmapas representan la cadena ininterrumpida más larga de maestros reencarnados. Nuestra conversación tuvo lugar unos días después de que Karmapa presidiera los Kagyu Monlam, en Bodh Gaya, uno de los eventos más significativos del calendario budista que se lleva a cabo en el lugar más sagrado del budismo: el lugar en el que el buda Gautama alcanzó el despertar.
Su Santidad, Europa se enfrenta a la crisis de los inmigrantes; millones de refugiados se dirigen hacia el Viejo Continente en una espiral ascendente que parece estar fuera de control. No es sólo un problema económico o político. La evidencia muestra que este cambio implica también la esfera espiritual y ética del mundo occidental. ¿Cómo hacer frente a este difícil desafío?
Sí, hay una crisis y es una situación preocupante y triste, por lo que debemos encontrar una manera de resolver este asunto en beneficio de todos los seres. De la misma manera que existen métodos y enfoques diferentes y variados para resolverlo en función de las filosofías, de religiones, puntos de vista políticos, sistemas económicos, el budismo propone también una manera de abordar este problema, pero no de la manera que podríamos imaginar.
Cuando nacemos como seres humanos, estamos vinculados natural e inevitablemente a la condición de este tipo de existencia. Esta condición está descrita y resumida por el buda histórico Sakyamumi como “dukkha” (traducido normalmente por “sufrimiento” o de “carácter insatisfactorio”). Esta afirmación puede parecer efectivamente muy negativa y sombría, pero el Buda verdaderamente tenía razón cuando decía que esta vida es sufrimiento y lo que quería decir es que nuestra condición humana está, de alguna manera, basada en el cambio. Esto es lo que quería expresar, pero debido a nuestros patrones bien enraizados y a nuestros instintos, desarrollados a lo largo de los años y madurados por nuestros conceptos, nuestras teorías, nuestros puntos de vista y nuestras religiones, nos hemos desorientado un poco a causa de tener demasiados consejos, de tener demasiadas teorías.
Como consecuencia, el reto se ha vuelto el de aceptar la naturaleza de la condición humana, aceptar que es cambio - que desde el momento del nacimiento ya ha cambiado, que siempre está cambiando y que en el futuro también habrá cambios. Esta es nuestra condición actual y no hay manera de remediarlo. Y dependemos de la religión, de la política, de diferentes formas morales, de la ciencia, de la medicina y de todo aquello que nos pueda permitir hacer frente a esta condición humana. Incluso si estos medios son útiles y benéficos como tales, la única solución respecto al tema de la condición humana parece ser la de aceptar esta condición, lo que significa aceptar el cambio por lo que es.
Yo diría que la contribución del budismo sería ofrecer esta sugestión que tanto el Buda como aquellos que siguieron sus pasos ofrecieron: indicar que la vida es cambio y que no realizar o no aceptar esto, conduce al sufrimiento. Además, parece que el objetivo es el de desarrollar este tipo de perspectiva y perseverar en su actualización a nivel de nuestra propia experiencia, de nuestra vida, del tiempo pasado en el seno de la condición humana.
Claro, a todos nos gustaría tener un remedio que nos permitiera lidiar con estos difíciles desafíos siguiendo las etapas A, B, C, D… Un tipo de solución permanente y lista para utilizar, pero de lo que el Buda entendió, realizó y compartió, lo único que hay que hacer para responder a la pregunta: “¿Cuál es el propósito de la vida o de la condición humana?” es la de realizar la naturaleza de nuestra condición y la de encontrar una manera de aceptarla. Esta aceptación se ve como algo valioso y, por consiguiente, el individuo que la ha aceptado es considerado como un ser de excepción. No se le considera como un ser excepcional porque es “el elegido” o “el líder”, o incluso porque está a la cabeza de un sistema de creencias particular. Al contrario, la pura simplicidad de aceptar que la vida es cambio aporta una claridad inmediata, debilitándose así los fundamentos de todas las ansiedades. Porque la vida es cambio; lo que significa que hay un pasado conceptual, es decir una historia conceptual, y hay también una historia conceptual posible; en otros términos, en función del pasado y de lo que haya pasado hoy, mañana podría ser de una cierta manera. Es posible emitir teorías, conceptos, pero nada más. La realidad es que el pasado ya ha pasado y que el futuro no ha llegado todavía y que incluso el presente mismo no es más que una simple experiencia del cambio. Por lo tanto, no hay nada que temer, nada que perder. Todo lo que queda es una mera experiencia.
Esta actitud, esta perspectiva y esta práctica han servido a muchas personas a transformar cada desafío, cada obstáculo en una oportunidad. ¿Para hacer, qué? Esencialmente para hacer el bien, para ser bueno, para ser amable.
En tanto que líder espiritual, ¿cómo explica y juzga la radicalización islámica? ¿Por qué tantas personas se unen al estado islámico?
Si nos hacemos la pregunta: “¿Por qué sucede esto?”, lo más probable es que nos cuestionaremos sin fin con infinitos porqués y no escucharíamos nunca el fin de todo esto porque existen infinidad de causas del porqué de que esto haya sucedido. A nivel relativo, encontraremos cientos, miles, un sinfín de razones, con una gran variedad de teorías y de conceptos. Podemos tener respecto a ello una opinión política, un punto de vista religioso o científico. Podemos tener un sinfín de teorías y de puntos de vista sobre porqué pasa esto, pero lo cierto es que al final nunca llegaremos a nada definitivo. No seremos capaces de explicar o de juzgar por qué ha pasado esto o lo otro y la razón por la que nunca descubriremos la causa absoluta se debe a que la verdadera naturaleza de la condición humana es cambio. Ésta será siempre la única y la garantía eterna: mientras haya una existencia humana, una condición humana o una experiencia humana, podemos estar siempre seguros del cambio. Podemos estar seguros de que mañana no será nunca el mismo que hoy. Y poco importa la similitud que puedan o pudieran conservar los días, cada uno de ellos es en realidad diferente. ¿Por qué? Simplemente porque cambian todo el tiempo. Son constantemente impermanentes. No solamente de un día para otro, sino de un momento a otro. Como consecuencia, y probablemente por el reconocimiento de este hecho – reconocimiento de que efectivamente es el caso – comprendemos que cada momento es totalmente diferente del otro, sin importar las similitudes.
Dicho esto, es decir, habiendo establecido una filosofía o perspectiva de vida que pueda parecer sofisticada, interesante y lógica, nuestra pregunta principal probablemente no es exactamente “¿Por qué ha sucedido esto?”, sino más bien “¿Qué podemos hacer?”, lo que está más en relación con la pregunta inicial: “¿Cómo hacer frente a esto?” Desde el punto de vista budista, lo que sigue tras haber establecido este punto de vista, esta perspectiva, esta conducta o esta actitud, este remedio, esta práctica, esta aproximación, esta aplicación – poco importa el nombre que le demos -- parece que no es más que dejar que las cosas sean. Esto puede parecernos ilógico en muchos sentidos, pero si miramos las cosas tranquilamente y con atención parece que este es el caso. Podemos ver que hay una oportunidad, una posibilidad de hacer algo y, de inmediato nos decimos que hay algo que hacer, pero si nos hacemos la pregunta y si empezamos a rascar y a buscar qué hacer, en términos de solución absoluta no encontraremos verdaderamente una respuesta. Nunca encontraremos el remedio absoluto. Y no es porque no seamos suficientemente sabios, suficientemente marcados de compasión o suficientemente experimentados. Creo que la razón es que no hay nada que hacer, sino solamente a reconocer, solamente aceptar, nada más.
La razón por la cual el mejor enfoque es el dejar que las cosas sean es porque, si tratamos de hacer algo más que eso, perderemos inmediatamente nuestro objetivo y entonces, el enfoque que elegiremos estará en desacuerdo con nuestro objetivo. Irá siempre en otra dirección. En una palabra, la manera de hacer las cosas es dejando que sean.
Es importante entender lo que significa esta perspectiva de dejar que las cosas sean. Se dice que esta práctica, que es la práctica principal del budismo, es una manera de dejar que el pasado esté donde le pertenece. Ahora, nuestro enfoque y nuestra curiosidad se basan principalmente en el pasado más que en el presente. Cuando nos preguntamos por qué tantas personas se han unido a este movimiento, nos focalizamos inmediatamente en dar vida al pasado y como resultado, de inmediato utilizamos este momento presente como un conector para conectar el pasado al futuro, y a aquello que podría suceder.
De esta manera no dejamos que el pasado o lo que haya sucedido sea, le estamos dando vida, respiramos la vida a través de él y lo hacemos real. Y con el futuro hacemos lo mismo – en cierta manera creemos, juzgando desde el pasado, que la lógica conceptual inmediata se aplica según un patrón similar en el futuro. Y utilizamos eso como una manera de predecir lo que sucederá. Y como resultado lo que sucede es que perdemos el momento presente, lo cual es terrible ya que de hecho el presente es el momento más importante de todos. La naturaleza misma del instante presente como he dicho anteriormente es el cambio. Y no se supone que debe permanecer igual, se supone que está en constante cambio. Y, por lo tanto, en lugar de dejar al pasado donde está y hacer lo mismo con el futuro y con el presente, de alguna manera lo que hacemos es mezclar los tres y el resultado es que ya no sabemos qué hacer. Nunca llegaremos a encontrar una verdadera solución. Es decir, nunca dejamos que las cosas sean y hacemos siempre lo contrario: continuamente intentamos alterar las cosas, hacer algo e incluso si tenemos una meta a alcanzar, el cómo lo aplicamos no está de acuerdo con esta meta. Nuestro objetivo es el de llevar la cuchara de comida a nuestra boca, pero perdemos completamente nuestra oportunidad. Y es así como desarrollamos una constante ansiedad.
La práctica de dejar que las cosas sean significa que el pasado pertenece al pasado, se ha ido, y el futuro aún no ha llegado. E incluso ni siquiera el momento presente es estable, sino que está en constante movimiento, en cambio, en evolución. Todo lo que tenemos que hacer simplemente es ser conscientes y no intentar modificar las cosas porque en el momento en el que intentamos transformarlas, se nos escapan. Perdemos nuestra prioridad.
Habiendo dicho esto es muy importante entender que dejar que las cosas sean no significa no hacer nada al respecto, no es dejar que el agua hierva hasta que rebose y que al final cause daño o lesiones. Esto significa inscribirse en el momento presente que está en continuo movimiento – estar presentes. Porque el pasado es seguramente un maestro, pero nada más, y utilizando nuestra lógica, nuestras ideas, nuestra sabiduría sistemática, podemos esperar que las cosas, esto es, el futuro, venga en nuestra dirección. Quizás podemos ser capaces de predecir ciertas posibilidades, pero nada más. Nunca habrá ninguna garantía en absoluto. Nadie puede garantizar el futuro porque esa es su naturaleza y su belleza. Siempre se supone que es así. Siempre fue así y lo será siempre, nunca podremos conocer el futuro. Pensar que podemos ver el futuro como podemos ver el pasado genera ansiedad. Dejemos por tanto el futuro en su lugar, dejemos el pasado en su lugar y dejemos incluso el presente ser a su manera ya que su naturaleza es la de estar en movimiento. Usemos esta habilidad inherente que todos poseemos, que es la de ser consciente del momento presente, de ser parte de esta corriente. Si hacemos esto establecemos nuestras prioridades, es decir, las tres prioridades; dejamos que el pasado, el presente y el futuro simplemente sean. El resultado es que no nos supere lo que ha sucedido o por lo que podría suceder o incluso por lo que está sucediendo ahora. Y al mismo tiempo, somos capaces de asumir plenamente nuestras responsabilidades hasta el final sin estar agobiados por cosas que no podemos controlar. Y según el budismo no es que haya algo que controlar que no dominamos; es que no hay nada que controlar. El pasado ya ha pasado, el futuro no ha llegado y el presente es igualmente fugaz. Por tanto, no hay nada que hacer salvo ser conscientes del momento presente y hacer lo que sea necesario, es decir, hacer un poco de bien, dentro de nuestras posibilidades, sin sentirnos superados por aquello que pudiera o no pudiera suceder.
El estilo del papa Francisco está cambiando la relación entre la Iglesia católica y los fieles aproximándose de la realidad de la vida de la gente. ¿Piensa usted que es posible adaptar los sistemas religiosos tradicionales al mundo contemporáneo sin riesgo de pérdida en términos de reglas y de doctrina?
En tanto que budista, lo que yo creo (incluso si el budismo no tiene en absoluto un sistema de creencias, por lo que más vale que diga lo que yo entiendo) es que las filosofías, las religiones, los rituales, la ciencia, la medicina, la política, las ciencias económicas y agrícolas no son más que herramientas, nada más. La naturaleza de esas herramientas, de estos métodos, de estos recursos, es la de desarrollar una cierta lucidez, la de proporcionar lucidez a aquellos que la buscan. Son recursos. Todos son lenguajes y utilizamos estos lenguajes para hacer conocer lo que es, cómo funciona, la naturaleza de las cosas, de la manera más simple o de la más elaborada, y esto es todo.
Cualquiera que cultive una lucidez ejemplar es objeto de gratitud y de respeto. De una verdadera gratitud y de un verdadero respeto. En efecto esta persona nos hace comprender que, sea cual sea nuestro origen, seamos quiénes seamos, sea cual sea nuestro recorrido o la lengua que hablemos, podemos tomar conciencia del significado de la existencia, del objetivo de esta existencia y finalmente, del hecho que, a nivel absoluto o último, la doctrina no se pierde porque nunca la ha habido.
Todo lo que hay y habrá siempre es la claridad – el término claridad significa excelencia, en cierta manera, como la belleza o la verdad que no son para nada una doctrina, sino la naturaleza de las cosas. Esta excelencia no conoce fronteras: una persona puede practicar la compasión o la caridad de un lado del planeta y otro, en las antípodas, cada uno a su manera, en su idioma, su cultura, poco importan sus diferencias o sus estilos. Esta cualidad, esta belleza, esta verdad no conoce fronteras. No existe ninguna diferencia; no podemos de ninguna manera separar esta excelencia y es por esta razón por la que se la describe como atemporal. Sin embargo, contamos con un gran número de herramientas, de lenguajes y de medios diferentes para describirla. Obviamente los idiomas, las herramientas o los recursos que utilizamos siempre serán diferentes. Como la vida cambia todo el tiempo, este lenguaje cambiará también constantemente. Por ejemplo, la lengua inglesa ha evolucionado siempre desde sus orígenes por así decirlo, y continuará cambiando. En un siglo será muy diferente del inglés que utilizamos hoy en día, muy muy diferente.
Por lo tanto, en el fondo no hay que tener ninguna inquietud real en cuanto al hecho de perder la doctrina porque nunca la ha habido, simplemente ha sido un recurso, un idioma. Todo lo que está presente es ésta excelencia que es claridad; ella es clara, transparente.
Nada puede limitarnos, alejarnos o separarnos.
La compasión practicada por un individuo mudo o un orador es la misma. Quizás uno no podrá expresarlo con palabras, pero la experiencia y la expresión son idénticas.
¿Qué le diría al Papa?
Me gustaría expresarle mi más profundo respeto por las responsabilidades que asume por el bien de los demás.
El cambio climático, los conflictos armados, la creciente pérdida de espiritualidad, los retos de las nuevas tecnologías… Para la tradición budista, ¿es el momento de involucrarse en la lucha para mejorar la vida de los individuos y comprometerse en política o en aspectos sociales?, o bien, ¿es preferible aferrarse a una idea tradicional absteniéndose de tales actividades?
El examen desde el punto de vista budista y de su práctica, refleja que se basan en la aceptación de la naturaleza de las cosas. Ambas, tanto este punto de vista como esta práctica se basan en eso.
Resulta que los fenómenos como el cambio climático, la pobreza, las guerras, etc., son a imagen del cuerpo humano que cambia desde el momento de su concepción – con el inevitable envejecimiento, la inevitable enfermedad, la inevitable muerte. De la misma manera, a una escala mayor, más global, se podría decir que la condición humana se considera según estos dos aspectos: una siendo el recipiente (el mundo exterior) y la otra el contenido (los seres que lo habitan). Puesto que estos dos aspectos son interdependientes, es decir, que están íntimamente ligados el uno al otro, es inevitable que cambien, que se descompongan, que se deterioren.
Esto no puede ser calificado como bueno o malo en términos absolutos. La única manera en la que podemos de alguna forma calificarlos es diciendo que es el cambio. Tanto la práctica como el punto de vista budista se basan en esta comprensión. Así que, en cierto modo no hay ninguna razón absoluta y real de intentar modificar las cosas, de cambiar las cosas en lo absoluto. ¿Por qué? Porque es imposible, nadie puede hacerlo.
Esto no significa que no debamos prestar atención a estos problemas y crear más contaminación – física y mental. No hay que entenderlo en ese sentido. Cada uno hace lo que puede, en función de sus capacidades, pero sin sobrecargarse de una tarea imposible de realizar ya que la naturaleza de la misma es cambiar, así que lo que es seguro es, que el cambio no lo podemos parar nunca. Quizás podríamos frenarlo, encontrando diferentes métodos e ideas, utilizando tecnologías que están a nuestro alcance y la ciencia moderna que está a nuestra disposición. Podemos encontrar una manera de ganar un poco de tiempo, de frenarla un poco, pero en lo absoluto, no existe forma real de alterarlo.
Siendo la tarea demasiado grande, como resultado nos daremos por vencidos, pero esto pasa porque no hay nada a modificar – se trata tan solo del cambio. No podemos detener el cambio. El cambio es el cambio.
Por lo tanto, la mayor contribución de los budistas es, en primer lugar, la de ser responsable de sí mismo – todo empieza con uno mismo – responsable en términos de tratar de abandonar la futilidad que causa una contaminación física y mental. Según el budismo, podemos ver que estas formas concretas o materiales de contaminación provienen de una falta de conciencia, de una falta de comprensión, que se traduce por emociones aflictivas y de karma – hablo de una falta de conciencia y de las actividades que siguen tras la falta de conciencia. Es la razón por la cual nos giramos hacia la raíz de la contaminación con el fin de eliminarla en su origen.
Sea cual sea la contaminación es algo que no podemos cambiar. Todo lo que podemos hacer es aceptarla, dejarla que sea y no intentar cambiarla o modificarla.
Esta práctica se enseña y se comparte exactamente de esta manera de acuerdo con el buda histórico Sakyamuni. Su manera de compartir la sabiduría, su experiencia, su realización se fundaban en la cortesía como base, lo que significa que nunca impuso su comprensión o su realización a nadie. En su lugar, hizo sugerencias de vez en cuando, pero normalmente solamente cuando se le preguntaba. Quizás ésta sea la razón por la cual no vemos muchas organizaciones budistas en el mundo demasiado implicadas en estas actividades.
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