17° Gyalwa KarmapaEl budismo es un modo de vida por el cual desarrollamos las calidades de nuestra mente.
Es un modo de vida muy particular, ya que es una manera de alcanzar la felicidad
sin dañar a otros.

17° GYALWA KARMAPA

Cuaderno de viaje - Conmemorar el parinirvana de Shamar Rimpoché con Karmapa en Kalimpong

Ver el blog original (en francés)

Miércoles 7 de junio de 2017


Del cansancio a los pensamientos fundamentales


Karmapa, la mirada posada en el mandala de Gyalwa Gyamtso

Hoy Karmapa no ha dirigido el drupchö. Ha venido al principio, ha rodeado el mandala y se ha ido. Sin embargo, todo se desarrolla como si estuviera aquí. Un poco más intenso y un poco más largo cada día (el primer día comenzamos a las 8h, luego a las 7h y después a las 6h30 y el final es estable, sobre las 19h más o menos). Hay que decir que tras los dos días de preparación y los tres días de práctica intensiva, se empieza a sentir un cansancio general. El calor tiene algo que ver. Pica la nariz por turnos. Es irresistible, no podemos hacer nada, el sopor te atrapa y no puedes más que dejarte hacer. Y se va tal y como ha llegado (hasta la próxima visita). Pero esto no dificulta en nada la mecánica del drupchö que se desarrolla irresistiblemente.

La vista desde mi sitio: a la izquierda Karmapa, delante (más
allá de las tres espaldas) el maestro de canto y los instrumentos.
No me pierdo nada de lo que pasa.

 


No sé quién organiza los sitios en el templo, pero han tenido la bondad de colocarme justo en frente de Karmapa y al lado de tulku Zangpo. Es la última rencarnación reconocida por Shamar Rimpoché. Es de una dulzura sin igual y de una ecuanimidad sin respuesta. Se siente. Su monasterio está en Sikkim. Se unirá a ellos en unos años, cuando haya acabado sus estudios. Mientras tanto, hay un lama allí que, según él, corre en todos los sentidos para mantener el lugar.



En la mitad, frente a nosotros, Zangpo tulku.
Al final de una pausa, y esperando a la apertura del templo.

De hecho, excepto algunos profesores que parecen estar ahí para quedarse, cada uno viene de algún lugar y da por hecho volver a él. Un monje me explica que viene de un monasterio de Nepal, a 6 horas de Katmandú. “Donde al menos tenemos vistas a las montañas y el aire es puro. Es una bonita región. Aquí tan solo vemos las laderas”, me dice sonriendo.

Tras algunos días de observación, percibo lo bien que están engrasadas las bases de esta comunidad. Hay esa curiosa mezcla de jerarquía y de igualdad: los roles están bien distribuidos y cada uno tiene su lugar, sí, pero todos llevan el mismo hábito, el del Buda. Lo que hace los cimientos del grupo: la ética compartida por todos (como ha dicho Jigme Rimpoché a alguien que quería venir a estudiar al shedra: “si vas a vivir allí, tendrás todas las condiciones para ser un buen monje”). Además de la ética, la disciplina es asumida por todos (incluso las 50 rupias de multa cuando no hemos pasado un curso). Y al mismo tiempo, adivinamos lo que está en juego entre los unos y los otros, como en toda comunidad de humanos. Kalzang Puntso me explica que pueden llegar a un 60%, incluso un 70% de benéfico, hay que asumir el 30 o 40% de no estar claro y trabajar en ello. Esto me recuerda a Jigme Rimpoché: “Como no podemos ser perfectos, hay que esforzarse para ser más beneficioso que dañino”. Esto es lo que participa en la fuerza y en la estabilidad del edificio.



Ofrendas de platos de tsok


Hablando con Peyo (en torno a un té del que la India tiene su secreto) llegamos a la conclusión de que la respuesta a nuestras dificultades, sea en Asia o en Occidente, es la de cultivar más y más la comprensión de los cuatro pensamientos fundamentales. Nada como una buena contemplación sobre la muerte y la impermanencia para disipar nuestras fascinaciones y ser aún más libres; evidentemente que el hecho de volver a la causalidad (el karma) nos lleva a reajustar nuestras elecciones; el recuerdo de que el sufrimiento (tal y como el Buda lo ha explicado) clarifica nuestros objetivos de un nuevo día. Estas reflexiones dan vida a un dharma en nuestro cotidiano. Son la práctica del comienzo, la práctica del medio y nos acompañan hasta el final.




Un grupo de nepaleses se invitan a una meditación
en la tienda durante la pausa del mediodía.

Miembros de la comunidad de los alrededores
del shedra que ayundan en las cocina

Os había prometido la entrada florida, ¡aquí está!  

Y todo esto cuanto menos, cansa  

Lama Puntso

 

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