El 11 de junio 2020
Thaye Dorje, Su Santidad el XVII Gyalwa Karmapa, comparte una enseñanza sobre la práctica de la no-violencia en el budismo y la importancia de investigar la indivisibilidad de la forma y de la vacuidad.
A lo largo de cientos de miles de años de existencia como seres humanos, hemos desarrollado innumerables religiones, filosofías y sistemas políticos. Todos estos sistemas se han basado en diferentes conjuntos de reglas y de leyes concebidos originalmente por bondad. Sin embargo, cuando no se comprenden, practican o enseñan correctamente, los problemas como esos de los que somos testigos actualmente, continuaran surgiendo siempre.
En mi enfoque sobre el tema de la no-violencia, me gustaría intentar confiar en esta noción tan inasible: la forma es vacuidad y la vacuidad es forma. La respuesta que podría aportar en favor de la no-violencia y contra la violencia sería idéntica a todas esas otras cosas que se inventaron anteriormente y se desvanecerá simplemente en una especia de ruido de fondo, nada más.
Por supuesto, podría decir cosas como: “No cedas a la violencia, sé amable”. El racismo no es bueno, no caigas en él”. Podría decir todas esas cosas, que son ciertas, pero no serviría para nada, no haría más que tocar la superficie.
Si se predica, enseña o se presenta la no-violencia bajo la forma de leyes o reglas, de hecho, no funcionará. A que, si las leyes tienen su propia calidad, el problema es que siempre las vemos como leyes absolutas, como “lo que ha de ser” y eso es justamente en lo que fallamos.
No quiere decir que el budismo es la solución, pero de acuerdo con el budismo, nos enfocamos siempre en este factor prácticamente inalcanzable: la forma es vacuidad y la vacuidad es forma. Ahí es donde tenemos la respuesta.
Hay por tanto una buena razón por la que el budismo habla de no-violencia desde la perspectiva de la inseparabilidad de la forma y la vacuidad: no se trata de mandamientos.
Reflexionar sobre los acontecimientos actuales puede ser algo delicado. ¿Cuánto debemos reflexionar? Hay tantas noticias circulando – ¿qué cantidad de energía debemos consagrar a todos esto? Y si le dedicamos mucho tiempo y energía, podemos naturalmente preguntarnos el grado de control que tenemos y si podemos hacer algo al respecto.
Uno no puede evitar pensar que parece haber una multitud de opciones y que como resultado nos sentimos confundidos. ¿Qué posición adoptar?
En el budismo, la introducción a la forma y a la vacuidad se considera como algo fundamental en la que el practicante se concentra a lo largo de su vida. La introducción a la forma y a la vacuidad es un enfoque simplificado y fácil a la pregunta sobre qué es la vida y la manera en la que puede vivirse.
Una vez que nuestro pensamiento o nuestra capacidad para reflexionar están presentes, la idea de elección se enfatiza demasiado a veces.
Incluso un budista sentirá a veces que debemos elegir el lado de la forma o de la vacuidad. ¿Samsara o nirvana? ¿Correcto o incorrecto? ¿El día o la noche? ¿Aquí o allí? ¿Negro o blanco? Estas sucesiones infinitas de elecciones simplemente nos sumergen.
Es la razón por la que los budistas investigan a través de la reflexión (meditación) la existencia de un beneficio a considerar los lados como indisociables.
Indisociables, no porque las cosas son fundamentalmente oscuras (tan confusas que no podemos separar los dos lados) y que debemos simplemente aceptarlas con los ojos cerrados porque no hay otra opción, sino indisociables porque la vacuidad acompaña la forma y la forma acompaña la vacuidad de la manera más armoniosa posible. Abrazas entonces su inseparabilidad de la misma manera que abrazas una resonancia. Las cuerdas de una guitarra necesitan del cuerpo de la guitarra para producir un sonido real. Las cuerdas vibran a través del eco del cuerpo de la guitarra.
Ni el sonido de las cuerdas, ni el sonido del eco no tienen naturaleza inherente.
De la misma manera, los opuestos no son lo mismo, pero al mismo tiempo no están separados. La línea de separación es muy fina.
Así es como podríamos reflexionar.
Es comprensible que estemos un poco frustrados, no solamente a causa de la actual pandemia, sino porque todos nos hemos confrontado a diversos desafíos – en nuestra vida individual hemos atravesado duelos y en nuestra vida colectiva hemos vivido conflictos históricos que pueden a veces remontar a varias generaciones. Es interminable.
Y además de eso, un evento particularmente trágico se produce de vez en cuando y cuando es el caso, en tanto que humanos dependientes de conceptos históricos y lineares, no tenemos otra elección que sentir que se trata de algo personal y nos no tomamos muy seriamente. Si pensamos luego en una perspectiva basada sobre lo que moralmente es correcto o incorrecto, es imposible encontrar una respuesta definitiva.
Sin embargo, si no nos sobrecargamos de una causa y de un efecto originales, es posible encontrar un camino intermedio. Un camino en el que vemos la violencia bajo todas sus formas, exterior e interior, evaporarse en el momento que emerge.
Sin embargo, la experiencia residual de cualquier violencia que resuene en nuestra cabeza, puede ser algo a contemplar porque estos ecos duran un poco más que el sonido en sí mismo ya que continúa resonando. Por supuesto, esto acabará por desaparecer completamente.
Entonces, si este eco aún persiste, en lugar de dejar que el olvido de nuestra conciencia haga su trabajo, podemos hacer algo que es radicalmente diferente de todo lo que hacemos desde siempre. (Nos hemos intoxicado hasta el punto de destruir tanto nuestro cuerpo como nuestra mente, hasta que el circulo se completa, hasta la necesidad de un reinicio) Este proceso es tal que no podemos diferenciar verdaderamente entre perdonar y olvidar. Por un lado, queremos olvidar, por diferentes motivos, lo que sentimos en nuestros huesos como trágico, desagradable, malévolo, de manera exterior, como si todas las sensaciones trágicas y desagradables nos fueran extrañas y vinieran de otro lado – alienando esta experiencia de esta manera, a través de este gesto, nos alienamos nosotros mismos).
Incluso si la violencia en sí misma se ha ido hace mucho tiempo, nos aferramos siempre a su resonancia, pensando que esta resonancia es muy importante, fijando todo el tiempo una pantalla mental de lo que ha pasado y creyendo, con la mayor de las devociones, que se trata de la realidad.
La causa de la violencia real ya no está, este objetivo en movimiento y esquivo ya ha pasado y sin embargo continuamos siendo extremadamente devotos. Queremos creer que la diana sigue ahí y lanzarle un dardo. La diana ya no está presente, se ha ido, ha desaparecido completamente. Este tipo de círculo vicioso nos empuja a no perdonar, como si tuviéramos un tatuaje con un símbolo de no perdonar. Y esperamos ferozmente replicar con venganza la próxima vez que tengamos la ocasión.
En consecuencia, cuando aparece un momento similar, identificamos con fuerza su apariencia similar como si se tratara de lo mismo.
Puede que no sea necesario que se trate de la misma persona, pero incluso si fuera la misma persona que la que encontré la víspera, esta persona ya es completamente diferente. Es una persona totalmente transformada y cambiada e incluso si te vengaras de ella o le expusieras tu idea sobre la justicia, es demasiado tarde – porque esta persona en cuestión ya no está ahí desde hace tiempo, ese momento se fue hace tiempo.
La pregunta es, por tanto: ¿a quién aplicas la violencia moralmente justificada?
Hacer que se escuche tu voz es una cosa, hacer una declaración puede ser apropiado, pero, ¿hasta dónde iras para hacerte oír?
Por tanto, reflexionar, en un momento dado, a la inseparabilidad de la manera en la que las cosas se forman y a cómo se desmoronan (por el hecho de la vacuidad) puede generar una sabiduría fresca, nueva, una sabiduría que no viene ni del futuro ni del pasado, sino de ese momento explícito y transitorio. Y así es como los auténticos budistas abrazan esto: no como una nueva tendencia o una nueva moda, sino una corriente fresca, actual y vibrante.
En resumen, es correcto intentar apagar la violencia exterior con la ayuda del razonamiento. Lo mismo puede decirse sobre el hecho de apagar la violencia interior. Intrínsecamente, una aceptación de las formaciones siempre en cambio de los hechos es, si me atrevo a decir, lo más esencial en la práctica de la no-violencia.
Mis queridos amigos del Dharma y amigos de amigos, permitiros no un momento de silencio sino un momento de reflexión, de contemplación acerca de estas palabras.
Y, al mismo tiempo, rezad por las víctimas de escogimientos abrumadores. Rezad por todos aquellos que están perdidos en su elección, por aquellos que sueñan con opciones. Rezad para que encuentren una salida a su confusión.