28 de Mayo 2020
¿Cómo será la vida después de la pandemia? Thaye Dorje, Su Santidad el XVII Gyalwa Karmapa reflexiona sobre esta cuestión.
Esa es una pregunta que concierne el futuro, ¿no?
Pues bien, es un misterio.
El futuro siempre ha sido un misterio. “Misterio” no en el sentido de nebuloso y poco claro, sino en el sentido de una incertidumbre resplandeciente en relación a su desarrollo.
En un sentido alegre, el futuro siempre ha sido algo mágico, algo desconocido que hemos estado tratando de capturar desde tiempos inmemoriales.
En una perspectiva concreta, vivimos experiencias similares, como mañanas y tardes, amaneceres y anocheceres.
El desafío práctico y previsible consistirá básicamente en luchar por capturar nuestros recuerdos pasados de lo que creemos que fue normal y agradable.
Ese desafío se ha repetido una y otra vez para que hoy ya no sea un misterio.
Esperemos cansarnos de esta costumbre: la de buscar oportunidades para que nuestro futuro recupere de nuevo los momentos agradables de los buenos tiempos, como las zanahorias que agitamos delante de nuestra nariz, y, sin embargo, están atadas a nuestra espalda.
Pero si queremos hacer algo diferente por una vez (un nuevo desafío puede ser algo que podemos apreciar, porque siempre es estimulante), podría ser interesante ver el futuro como una oportunidad para que la normalidad del pasado inunde un poco menos el futuro.
Evidentemente, necesitamos la brújula del pasado, pero la astucia consiste en utilizar esta brújula, en lugar de usarla en exceso o sub-utilizarla. Si dominamos esta astucia, no debemos tener miedo de mirar hacia el futuro.
La astucia complementaria es la aceptación de que no existen garantías. En tanto que seres humanos, vivimos desde siempre con estos conceptos de garantías en proporciones inimaginables. Pero si miramos las cosas con calma, realmente no hemos creído en estas garantías ni una sola vez: al final, cuando se trataba de atravesar por tiempos difíciles o de tomar decisiones en la vida, realmente no dependíamos de las leyes o de las promesas, porque en el fondo de nosotros, sabíamos que ninguna ley o promesa nos proporcionarían una garantía real.
Hemos vivido durante tanto tiempo con esa contradicción que nos sentimos cómodos con las promesas, nos tranquiliza la idea de que hay algún tipo de red de seguridad, pero al mismo tiempo sabemos que ninguna de ellas se ha cumplido y que no existe la garantía absoluta. Y como somos humanos, no podemos realmente cambiar ese hecho, no podemos remediarlo. Solo tenemos que aceptar que es de esta manera.
Nuestra ansiedad proviene de la no aceptación de este estado de incertidumbre. Pero cuando miramos la historia, constatamos que, en cierta manera, irónicamente, ha funcionado. Lo hemos logrado, en cierta forma, y si queremos que todo vaya bien, tenemos que aceptar el hecho de que siempre hay al menos un factor de incertidumbre del 1%.
Nuestra extraña costumbre de aferrarnos a la idea de una garantía está profundamente arraigada en nosotros porque hemos vivido con ella durante tanto tiempo y porque nos tranquiliza. Tal vez, esta vez podamos alterar ligeramente esta costumbre y acercarnos a nuestro conocimiento o a nuestra intuición profunda [qui sait] que las reglas y las promesas son fabricadas, que las curas de cualquier tipo pueden estar garantizadas en un 99%, pero siempre queda un factor de incertidumbre del 1%.
Sin ese pequeño factor de incertidumbre, la vida sería intolerable. Esta brizna de incertidumbre, de ese 1% sin ninguna garantía crea el frescor del momento presente que nos propone desafíos y oportunidades saludables.
La aceptación de esta brizna de incertidumbre eleva el momento presente y le da sabor a nuestra vida.